martes, mayo 31, 2011

El rompecabezas.


Recuerdo la primera cosa que se me vino a la mente cuando escuché por primera vez esa palabra, me imaginé una piedra o un bat que servía para descalabrar gente. La palabra en sí es ruda, no es como aquella sencilla y hasta que genera un sentimiento de diversión como lo hace la palabra “puzzle”. No, aquí de entrada te están diciendo que al adquirir uno, tu cabeza quedará hecha añicos.

Siempre me han gustado los rompecabezas, pero en realidad no he armado muchos, es algo que me llama la atención pero no encuentras el tiempo para perderlo en ese pasatiempo en donde al final, obtienes una ilustración que bien la puedes comprar como póster y evitarte molestias y frustraciones. Sólo cuando sé que voy a tener tiempo de sobra para ponerme a armar uno es cuando decido comprarlo y preparar todo para el reto. Entre los preparativos están el hacerme de un buen espacio desocupando una mesa en la que pueda caminar libremente alrededor de ella, comprar papel ilustración y el pegamento especial para que quede en la posteridad el trabajo de semanas para luego enmarcarlo y decidir en qué parte de mi futura casa la pondré.

Hace 6 años compré un rompecabezas. Como siempre, no tenía el tiempo suficiente pero tenía que dármelo porque mi intención era armarlo y dárselo a mi novia como un regalo de cumpleaños. Pero se presentaron contrariedades al estar armándolo.

La primera fue que, al empezarlo a armar, en la maestría se les ocurrió dejar muchísimos trabajos, como se acercaba el fin de semestre, pues ya todo mundo conoce el suplicio de los trabajos finales. Su fecha de cumpleaños se me pasó y no avancé casi nada en el armado.

Luego pensé en tener más tiempo y armarlo con calma para que sea regalo de navidad; y pues vino la segunda contrariedad. El cambio de ubicación de la división de sistemas del banco; de Chilangotitlán a Pueblétaro. Como estaba rentando un departamento, tuve que desarmarlo completamente lo que llevaba. Hice el cambio de casa y todo el desmadre que implica cambiar de residencia y reducir el espacio donde vivía.

El tercer intento para armarlo fue cuando pasé mi año “sabático”. Regresando de Europa, tenía mucho tiempo para hacer muchas cosas. Desafortunadamente el tiempo se consumió haciendo ejercicio, leyendo, aprendiendo y ayudando con matemáticas a pubertos de nivel medio superior. Cuando finalmente ya lo había sacado nuevamente de su caja y armado toda la orilla y algunas partes, fue cuando le diagnosticaron la insuficiencia renal a mi novia. Nuevamente tuve que desarmarlo y ahora enfocarme al nuevo problema, sobre todo en ese entonces en decidirme regresar a Pueblétaro o buscar un trabajo en algún otro lado. A la fecha creo que tomé la decisión correcta con las necesidades que se habían presentado. De otra forma, me habría complicado mucho más éste periodo de desesperación e incertidumbre.

Ahora, por cuarta vez trataré de armarlo y ver si termino (ahora sí) para su cumpleaños. El rompecabezas es éste:



Tengo muy pocas horas libres en algunas noches entre semana. Porque también debo hacer ejercicio y he visto que el ejercicio me está consumiendo al menos dos horas después de salir del trabajo. Pero a pesar de eso, en este momento llevo armado casi por completo la zona del arrecife. Falta lo más difícil. Las piezas de colores sólidos del mar y de la piel de los delfines.

Mi novia (como un gran porcentaje de mujeres) le gustan los delfines. Al grado de que un mes antes de que le pusieran el catéter que le impedía nadar, pudimos ir a Pto. Vallarta y pagar el nado con delfines. Se dio gusto antes de los pinches sustos del año pasado.

Espero ahora si terminarlo porque esa es una de las ataduras que comentaba en el post anterior. Siento que debo terminar esta cosa pendiente antes de seguir retomando el camino que he dejado hace tantos años atrás.

Con todo esto, al ir a comprar el pegamento para el rompecabezas, me encontré con otro “reto”, pero éste creo que estará más fácil porque es de 1000 piezas y es un colage de la discografía de los Beatles. Ya hasta sé que lo debo poner en la sala de “juegos” de una futura casa. Pero en éste no hay tanta prisa para armarlo, quizá lo comience después de haber terminado mi tesis.

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