viernes, noviembre 20, 2009

Cómo resolver la escasez de riñones.

Zell Kravinsky es un hombre que se preocupa de los desconocidos. Después de donar la mayor parte de su fortuna de 45 millones de dólares para obras de caridad, se convirtió en una de las pocas personas que han donado un riñón a alguien a quien no conocía: una mujer que, si no, habría muerto.

Kravinsky razonó, y evidentemente estaba en lo cierto, que el riñón tenía mucho más valor para la receptora que para él. Así que lo donó. Cualquier otra cosa equivaldría a cometer un asesinato, según su razonamiento.

Tanto si estás de acuerdo como si no con esa valoración, una cosa es cierta: el mundo está lleno de riñones de más. Yo mismo tengo uno más de los que necesito y es muy probable que tú también. Me gusta tener uno de repuesto, pero no lo aprecio tanto como muchos pacientes renales que desearían tener la posibilidad de prolongar sus vidas.

En un mundo sano, los riñones se comprarían y venderían como las tortillas. Algunos economistas han calculado que, en ese mundo, el precio de mercado de un riñón estaría alrededor de los diez o quince mil dólares. A ese precio yo no vendería mi repuesto, pero (según las estimaciones) habría la suficiente gente dispuesta a venderlo como para cubrir la demanda.

Desde luego, eso estaría bien. Sinceramente, no me imagino cómo se puede pensar otra cosa y ser una persona decente. En éste barco que llamamos humanidad, algunos de nosotros se están ahogando y otros llevan salvavidas. Es un acto de odiosa crueldad eliminar el único mecanismo -es decir, los mercados- que pueden proporcionar salvavidas de manera fiable a aquellos que están a punto de ahogarse.

Como mínimo, se podría eximir el monto que cuesta sacar una licencia de conducir a los solicitantes que pusieran una cruz en la casilla de "donante de órganos". Si es trágico que la gente vaya por ahí con riñones de más que seguramente nunca necesitará, es mucho más trágico que se la entierre con riñones de más que con seguridad nunca va a necesitar. Éste es un buen comienzo, pero para resolver el problema probablemente será necesario un verdadero mercado.

Si permitiéramos un mercado libre de riñones, ¿no se arrepentirían algunos vendedores? Desde luego. Algunos acabarían necesitando ese riñón que vendieron y otros acabarían gastándose sus 15,000 dólares en apuestas o entradas a partidos de fútbol. ¿Y qué? En todos los mercados hay vendedores que se arrepienten. Podrías arrepentirte vender tu coche o tu casa. ¿Significa eso que hay que prohibirte que los vendas?

Hablar sólo de los vendedores arrepentidos es cometer la falacia de contar los costos e ignorar los beneficios -por cada vendedor arrepentido hay un comprador feliz, por no mencionar a los vendedores que no están arrepentidos-. La cuestión es que si la persona A seguramente va a morir sin un riñón, mientras que la persona B, con dos riñones sanos, sólo tiene un 1 por cierto de probabilidades de necesitar los dos en algún momento, uno de esos riñones debería ir a la persona A.

Si te preocupa la gente pobre que no se puede permitir pagar 15,000 dólares por un riñón, colaboremos con las organizaciones benéficas (o incluso con el gobierno) para cubrir esos gastos. (Ahora que estoy metido en está cuestión he visto que las familias gastan mínimo esa cantidad pagando los tratamientos, medicamentos y hemodiálisis; a pesar que están afiliadas al IMSS). Lo importante es que no perdamos de vista el cuadro general: cada año, sólo en Estados Unidos, mueren cuatro mil personas esperando un trasplante de riñón (En México estoy seguro que la cifra aumenta mucho más, sobre todo por la mala atención y la deficiencia en los servicios de hemodiálisis), mientras que 300 millones de riñones siguen sin utilizarse. Es una locura.



Fragmento obtenidos del libro:
"Cuanto mas sexo más seguro"
Steven E. Landsburg

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